Buenas noches:
Muchas gracias a
todas las personas, representantes de asociaciones, comerciantes,
empresarios/as, hosteleros/as que habéis venido hoy a este acto de
Reconocimiento Empresarial.
La asociación
“1523” este pasado mes de agosto hemos cumplido siete años y
siempre quisimos apostar por participar en la fiestas patronales
con un acto empresarial.
Así hace cuatro
años decidimos que no había mejor reconocimiento que la longevidad
en una actividad empresarial.
No os voy a negar
que el trabajo de investigación es arduo para la junta directiva
pero os aseguro que terminaremos escribiendo una historia comercial
de Galapagar, como se van entrelazando todas las historias ,
anécdotas, curiosidades y a mi que aún no me han adoptado, que sigo
siendo “forastera” me apasiona conocer cómo pese a la dureza del
entorno, de todas dificultades perduran los negocios generación tras
generación y ver con el orgullo que hablan de los vecinos, de las
fiestas, de los negocios que existían a su alrededor, de como se
ayudaban entre todos.
Este año nos vamos
a La Navata a orilla del río Guadarrama a un negocio Hostelero con
67 años a sus espaldas que nace gracias al esfuerzo de dos personas
Josefa Oterino San Román y Marcelino Greciano.
Aquí, para entender el origen de “ La idea del negocio, el estudio
de mercado” voy a citar a Josefa Oterino en un escrito que realiza
en septiembre de 2009 cuando contaba con 101 años.
“Como Marcelino tenía que ir a La Navata todos los días porque
estaban Calixto Berrueco y él construyendo la
carretera que unía el pueblo con la estación decidimos irnos a
vivir a La Navata. Los señores de Laborde nos ofrecieron quedarnos
de guardeses en su finca de La Navata, esto debió de ser por el año
42 ó 43 porque Antonio, el segundo, nació ya en La Navata.
Mi
marido tenía por aquella época mucho trabajo en La Navata dado que
no había casi nada construido y la estación generaba demanda de
nuevos hoteles y de las infraestructuras necesarias: la carretera y
el puente sobre el río fue lo primero porque antes había que cruzar
por unas tablas o bajar hasta el puente romano que pillaba muy lejos
de la estación de tren.
La
ermita era otra de las necesidades de los vecinos de La Navata,
solíamos ir a la capilla de la finca de Los Rosales, poco más que
una habitación; fueron unas señoras de Madrid, muy religiosas y con
posibles las que pagaron la construcción de la ermita que encargaron
a mi marido.
Otra
necesidad básica era la luz eléctrica, sólo algunas pocas
viviendas tenían luz eléctrica y las instalaciones no estaban
preparadas, por eso Marcelino también recibió el encargo de
construir el transformador de la luz, justo enfrente del bar,
lindante a la finca de Portillo.
Nacieron
las dos mellizas en el año 46 y en esto que a Marcelino se le
ocurrió que, dada la nueva población que venía y más que serían,
podíamos ampliar las fuentes de ingresos de la familia y la idea fue
comprar un terreno cerca de la estación para construir una nueva
casa y un bar – restaurante. Justo al lado del río había un
terreno del ayuntamiento y Marcelino tuvo la oportunidad de
comprarlo.
Empezamos
por el restaurante porque no había más posibilidades, luego surgió
un negocio no previsto, Marcelino cobró un dinero por la
intermediación de la venta de los terrenos que estaban al lado de la
estación, lo que actualmente es la urbanización El Molino de La
Navata, que era de propiedad de un hombre llamado El Capitán, con
esto pudimos construir nuestra vivienda encima del restaurante.
Dejamos la finca de los señores de Laborde y nos metimos en el
negocio del restaurante, yo me encargaba de la cocina y Marcelino
atendía a los clientes, pocos por aquella época. En verano también
venían huéspedes a alojarse en habitaciones de nuestra casa,
sobretodo familias con niños que no comían en Madrid y los traían
a la sierra para que se les abriera el apetito con los aires del
campo y los baños en el río Guadarrama.”
En los comienzos del Bar simplemente se servía vino y gaseosa. Todo
había que ir a recogerlo a la carretera de la Coruña en burro,
incluido el hielo que luego se conservaba en las fresqueras, ya que
no existían las neveras.
Más tarde ya se servían cervezas.
Cuando construyeron el primer piso y su vivienda, alquilaban las
habitaciones con derecho a cocina no solo a los veraneantes sino a
los múltiples obreros que poco a poco hicieron las ampliaciones de
las infraestructuras de la estación de la Navata y de la doble vía.
Como no puede ser de otra manera en el bar Marcelino ,único en la
Navata en esa época, estuvo el primer teléfono público, era el
punto de reunión, celebración de fiestas familiares….
Durante muchos años los “Reyes Magos “ repartían sus regalos en
el Bar y la cabalgata de reyes partía de allí.
Carreras ciclistas, entregas de premios…..
La historia del restaurante es la historia de tres generaciones que
hasta hace muy pocos años han estado juntas, compartiendo la
ilusión, no solo de ver perdurar y prosperar un negocio sino
construir el edificio tu mismo, formar parte de su entorno, ser parte
activa del entorno socio-cultural.
Las veces que he hablado con David de la historia del Restaurante,
siempre sale a relucir la Abuela Josefa, pero esto se repite una y
otra vez con todas las personas que la conocieron.
Siempre dispuesta ayudar, desde una torcedura a un parto…
Y siempre la recuerdan a primera hora barriendo la terraza y
trabajando…..
En este trabajo de investigación no solo hemos conocido un poco más
la historia de una familia y su negocio, hemos aprendido muchas cosas
de La Navata, visto cosas que aun pasando a diario no las veíamos.