Es una fría tarde y a estas alturas del año anochece pronto.
Prácticamente a las seis es noche casi cerrada. En medio de tanta
oscuridad destaca el mucho y variado alumbrado festivo y navideño
con el que este año el Ayuntamiento ha adornado el pueblo.
La decoración
navideña sin duda ayuda a mejorar la imagen y estamos seguros de que
ayudará con ese espíritu a que mejoren las ventas de nuestros
establecimientos. Siempre es más agradable pasear por sitios
decorados.
La propia plaza
de La Constitución, pese a las obras del antiguo ayuntamiento, luce
con su Belén iluminado y esas cadenetas de luz.
Pero hay un
elemento distorsionador que no podemos entender, años ya después de
su instalación, y esperemos que no consolidación.
Se trata del cada
vez peor mercadillo llamado navideño, y no sabemos muy bien por qué.
Ni es tradicional, ni es navideño, ni es medieval, ni es artesanal…
Unas cuantas casetas (esta vez la mitad vacías) dispuestas de forma
cuanto menos discutible y llenas (algunas) de productos en la mayoría
de los casos sin gracia alguna, y atendidas por comerciantes ateridos
de frío… ¿es esa la imagen que queremos dar en estos días de la
parte quizá más emblemática del pueblo? ¿Saben los ciudadanos que
nada tiene que ver en ello el comercio local? La escasa afluencia no
sólo de público sino incluso de expositores probablemente haga que
deje de hacerse, pues difícilmente le saldrán los números a la
empresa que lo explote, porque la ocupación de vía pública de más
de veinte días no debe ser barata ¿verdad?
Nos llena de
nostalgia recordar cuando la plaza se llenaba con cuatro o cinco mil
personas expectantes ante la visita al Belén viviente que
desgraciadamente dejó de hacerse. Entre todos lo mataron y el sólo
se murió. Ojalá la sociedad civil sea capaz de movilizarse y
retomar la que durante años fue la enseña emblemática de las
navidades galapagueñas.
JUNTA DIRECTIVA
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